Optimizar la filtración consiste en el paso de agua a través de un medio filtrante situado en el interior del filtro y cuyo fin es retener las partículas de suciedad que hay en el agua.
El agua llega al filtro por la parte superior, atraviesa lentamente el lecho filtrante, y una vez que las partículas suspendidas han quedado retenidas en él, el agua saldrá por la parte inferior para ser recirculada de nuevo mediante el circuito de impulsión.
Para el óptimo funcionamiento de este proceso es fundamental la velocidad de filtración. Y para establecer la velocidad de filtración hay que tener en cuenta el caudal de la bomba, el número de recirculaciones y el tamaño del filtro (superficie filtrante)
Ver el artículo La importancia de conocer el caudal
Para tratar de mantener unos parámetros determinados, la mayoría de las piscinas tienen disparado el consumo de productos químicos y necesitan aumentar drásticamente las renovaciones de agua para evitar las excesivas concentraciones de productos no deseados. Y estos productos no deseados (cloraminas y trialometanos) son, precisamente, el resultado de la adición excesiva de esos desinfectantes necesarios para mantener el agua en condiciones de salubridad
Está claro que TODO LO QUE NO HAGAMOS FÍSICAMENTE LO TENDREMOS QUE HACER QUÍMICAMENTE.
Un correcto dimensionamiento de los filtros es esencial en una piscina , pero es igualmente importante la elección de su “relleno”, es decir, del medio filtrante.
En el mercado existen diferentes tipos de medios filtrantes, con un mayor o menor grado de filtración y/o durabilidad. Es recomendable descartar cualquier material que haya que reponer con el tiempo o que requiera un exceso de manipulación por parte del personal de mantenimiento.
El material más utilizado suele ser la arena de sílex, que cumple en parte los criterios de durabilidad, ya que con un uso correcto puede alcanzar 5 años de vida útil. Sin embargo, su calidad de filtración se queda un poco corta, alcanzando en el mejor de los casos 30 micras de rango. Además, como veremos a continuación, se contamina con gran facilidad.
Por tanto se debería instalar un medio filtrante más técnico, como el AFM® que sea capaz de eliminar de la masa de agua las partículas de tamaño mayor o igual a 4mm por un periodo indefinido. AFM® es el medio de filtrado más efectivo del mercado ya que está formado por cristal limpio verde y marrón, con unas propiedades hidráulicas ideales y además está activado lo que evita su contaminación.
Ver los artículos de Optimizar la filtración: La eficacia del medio filtrante AFM®
y también Para la mejor filtración hace falta el mejor medio de filtrado
El lavado de los filtros es la operación más importante y habitualmente la más “olvidada” ya que de nada sirve que los filtros sean muy efectivos, si luego no se pueden limpiar.
En el lavado se realiza el paso de la masa de agua a contracorriente a través del filtro, con lo que se produce un esponjamiento del lecho filtrante, que arrastra las partículas retenidas durante el filtrado para transportarlas al desagüe y eliminar así la suciedad del circuito
Si este proceso se realiza de manera incorrecta o insuficiente, se puede producir colmatación de ciertas zonas dentro del filtro y la formación de canales preferentes lo que provocará que el sistema de filtración no trabaje en óptimas condiciones.
Para favorecer un agua totalmente limpia se requiere que los filtros no sólo retengan la materia en suspensión sino que también puedan retener lo que se encuentra en disolución y por ello es recomendable recurrir a la coagulación con la inyección de APF y la instalación de un mezclador de potencial zeta ZPM que produzca una cavitación para favorecer esta coagulación y floculación.
Y para que el sistema de filtración sea óptimo desde el punto de vista higiénico-sanitario, es necesario recircular la totalidad de la masa de agua en un tiempo determinado por ello es imprescindible la elección de la bomba adecuada, especialmente bombas de velocidad variable que nos permitan ajustar esa velocidad a los procesos de filtrado o lavado del filtro.
Si priorizamos y optimizar la filtración el agua estará mucho más limpia y así conseguiremos reducir sustancialmente la necesidad de utilizar producto químico.
Ver el artículo La pirámide de la filtración
Mejor filtración = Menos consumo de cloro = Menos sub-productos de desinfección
El tratamiento del agua de la piscina debería prevenir la transmisión de patógenos entre los bañistas y minimizar los subproductos nocivos del cloro. Los métodos tradicionales de tratamiento del agua tienden a combatirlo mediante el uso de productos químicos desinfectantes cada vez más potentes, radiación con rayos UV, ozono… Pero la transmisión de patógenos es un problema biológico y por ello necesita una solución biológica.
En vez de utilizar desinfectantes cada vez más potentes o equipamientos costosos, se puede conseguir que a las bacterias y a los parásitos no puedan reproducirse ni sobrevivir. Prevenir en vez de curar. Este objetivo es mucho mejor que intentar matar a las bacterias con desinfectantes una vez que ya se han establecido en el circuito de la piscina. Si las bacterias no tienen con qué alimentarse es imposible que crezcan y se reproduzcan, con lo que eliminando lo que las alimenta las eliminaremos a ellas y esto lo vamos a conseguir con la filtración adecuada.
Contrariamente a lo que se piensa habitualmente, la mayor superficie en contacto con el agua no son las paredes o el fondo de la piscina sino que es la arena del filtro. Cada grano de esta arena se coloniza por bacterias y las bacterias van formando una capa denominada Biofilm que es capaz de apelmazar la arena e impedir la correcta filtración y lavado.
Según todo lo anterior parece claro que tenemos que fijarnos los siguientes objetivos:
- Eliminar los nutrientes para las bacterias mediante una coagulación, floculación y optimizando el proceso de filtración.
- Que las bacterias no encuentren un sustrato donde puedan crecer y multiplicarse.
Así pues, conseguir una piscina saludable y sostenible es posible si seguimos los pasos adecuados.